A lo largo de la historia, muchas obras literarias han marcado un hito en la creación de géneros, pero las contribuciones de las mujeres a menudo han sido ignoradas o atribuidas a «anónimos». Este fenómeno, arraigado en el sistema patriarcal, sigue vigente hoy en día, reflejándose en cómo los méritos de autoras como Mary Shelley son frecuentemente minimizados.
Mary Shelley, reconocida como la madre de la ciencia ficción gracias a su novela «Frankenstein» (1818), desafió las normas patriarcales de su tiempo. Hija de la pionera feminista Mary Wollstonecraft, su obra no solo aborda el avance desmedido de la ciencia, sino que también comenta sobre la opresión femenina en un mundo dominado por hombres. Aunque «Frankenstein» es vista principalmente como una novela de terror gótico, su crítica a la ciencia deshumanizada y la falta de representación femenina son elementos profundamente significativos.
El proceso creativo de «Frankenstein» tuvo lugar en 1816, durante un verano frío en Ginebra, donde Shelley, su esposo Percy Bysshe Shelley y Lord Byron se involucraron en intensas discusiones literarias y científicas. De este entorno surgió su «progenie monstruosa», reflejando su visión sombría sobre la ciencia patriarcal a través del personaje de Victor Frankenstein, quien crea vida sin la intervención femenina, resaltando así la exclusión de las mujeres en el ámbito científico.
A pesar de la presencia de personajes femeninos en la obra, su rol pasivo y las muertes de estos reflejan la invisibilidad de las mujeres en la ciencia y la sociedad de su tiempo. Mary Shelley es, por lo tanto, una pionera no solo del género de ciencia ficción, sino de la lucha por mayor representación femenina en todas las áreas.
El legado de su madre, Wollstonecraft, se manifiesta en «Frankenstein» y en otras obras de Shelley, como «El último hombre» (1826), donde presenta personajes femeninos fuertes que desafían los roles de género tradicionales. Aunque no se considere específicamente feminista, la obra de Shelley comparte preocupaciones sobre la autonomía femenina y la crítica al patriarcado.
La falta de reconocimiento hacia Shelley se debe en parte al dominio masculino en la crítica literaria del siglo XIX y XX, que a menudo relegó su obra como una extensión de su esposo. Además, «Frankenstein» fue encasillada como terror gótico, lo que impidió su consideración como ciencia ficción. Fue solo con el auge de la crítica feminista en la segunda mitad del siglo XX que se comenzó a reevaluar su impacto.
El reconocimiento tardío de Shelley como pionera del género subraya la necesidad de visibilizar las contribuciones de las mujeres en la literatura y la ciencia. Su obra no solo es un hito en la ciencia ficción, sino también un comentario poderoso sobre la exclusión y el papel de las mujeres en la creación y el conocimiento.