Por Lorena Martínez Torres
El ciclo de vida de un producto lo conocemos como introducción, crecimiento, madurez y declive.
Pero en el estado de madurez, hoy tenemos que pensar que además de que no es tan fácil volver a empezar, tenemos una constante cultura a nuestro alrededor de innovación que nos invita a evolucionar, a transformarnos, adaptarnos a las nuevas situaciones, necesidades y problemas del mercado y a partir de ahí proponer e innovar. Literalmente el mundo y sus servicios cambian en un abrir y cerrar de ojos.
La innovación, la ideación y la creatividad son habilidades que algunas personas consideran innatas, pero muchas de nosotras hemos tenido que aprender y perfeccionar. Hoy en día, contamos con diversas herramientas para fomentar la innovación, como los cambios en los patrones de consumo, el Canvas, el análisis “blue ocean” y el “design thinking”. Además, actividades como el brainstorming, el pretotipado y el pitch nos ayudan a desarrollar e imaginar ideas disruptivas.
Sin embargo, la disrupción, la innovación o simplemente el cambio generan miedo debido a nuestro temor al fracaso. Hemos crecido con el deseo de un desarrollo excepcional, el deseo de impresionar y un inherente miedo al fracaso dónde esto puede afectar e inhibir la innovación y la creatividad (Laura Fursten, Alex Morris y Erik Roth de McKinsey’s).
Para incentivar la innovación en los negocios, lo primero es fomentar un ambiente de seguridad y confianza, dónde los colaboradores se sientan seguros para hablar, idear o imaginar incluso las ideas más atrevidas. De igual forma crear un ambiente laboral positivo, incorporando actividades diferentes a las tareas diarias, como excursiones, visitas a lugares nuevos, turísticos que incluso pueden ser actividades recreativas y diferentes para las mismas personas locales, pueden verlo desde otros ojos y a partir de ahí utilizar técnicas de ideación que permitan descubrir nuevos problemas, preguntas y trabajar en soluciones para ello, puede que encontremos ahí nuevos desafíos y problemas para solucionar.
En la actualidad, hay numerosos espacios colaborativos y las oficinas se están transformando en ambientes más abiertos, cómodos, funcionales que fomentan la comunicación y la creatividad, gracias a la incorporación de tecnologías y metodologías de creatividad. Se pueden organizar encuentros mensuales en los que los colaboradores compartan sus percepciones y emociones, elaboren mapas de empatía y perfiles de cliente para visualizar sus problemas y rutinas diarias, y entender cómo nuestros productos y servicios les ayudan a resolver sus problemas. De esta manera, integramos al equipo en su desarrollo personal, en el crecimiento de la empresa y en el aporte de valor a nuestras soluciones, se sienten parte de la solución.
Crear espacios para la creatividad es uno de los primeros pasos hacia la innovación. Al involucrar a todos en el proceso y fomentar la creatividad, no solo se facilita el desarrollo de nuevos productos y servicios, sino que también se puede fortalecer la integración y el sentido de pertenencia del equipo con la empresa. Es difícil implementar numerosos cambios e innovaciones simultáneamente, sin embargo, sí podemos establecer mecanismos y entornos que permitan imaginar y explorar ideas futuras, donde alguna de ellas sea el cambio exponencial y los resultados puedan sorprendernos.