Una nueva era tecnológica se gesta en el sur del continente. No se trata solo de código o algoritmos, sino de una revolución que busca que la inteligencia artificial entienda, hable y piense como los latinoamericanos.
Mientras el mundo entero corre por liderar el desarrollo de modelos de lenguaje cada vez más avanzados, América Latina ha decidido trazar su propio camino: uno que hable su idioma, que comprenda sus contextos y que no deje fuera su diversidad cultural, histórica y lingüística. Así nace Latam-GPT, una IA que no solo se entrena con datos, sino con identidad.
El proyecto es liderado desde Chile por el Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA) y cuenta con el respaldo de investigadores y aliados en distintos países del continente. A diferencia de los grandes modelos globales, que suelen estar entrenados con información dominada por visiones anglosajonas, Latam-GPT se nutre de contenido en español, portugués e inglés con fuentes que van desde medios de comunicación hasta redes sociales, pasando por documentos oficiales y tradiciones orales.
Pero más allá de su capacidad técnica, lo que distingue a esta IA es su voluntad de representar a una región. Según Álvaro Soto, director de CENIA, no se trata solo de alcanzar autonomía tecnológica, sino de dejar de ser espectadores en la conversación global sobre inteligencia artificial: “Tenemos que estar en condiciones de adaptar y moldear estos sistemas a lo que necesitamos aquí, en América Latina”.
En lugar de reproducir lógicas externas, Latam-GPT propone algo inédito: una herramienta construida desde el conocimiento local, pensada para resolver problemas propios y para potenciar a comunidades que históricamente han sido invisibles en el diseño de tecnologías globales.
El modelo, que será abierto y gratuito, también se proyecta como un impulsor del desarrollo regional, facilitando el acceso a la innovación para empresas, emprendedores, instituciones y hasta hablantes de lenguas indígenas, ya que CENIA también trabaja en traductores automáticos para preservar y promover esas lenguas.
En los últimos años, el desarrollo de modelos de lenguaje basados en inteligencia artificial (IA) ha estado dominado por empresas del hemisferio norte, especialmente de Estados Unidos, China y Europa. Plataformas como ChatGPT (OpenAI), Gemini (Google), Claude (Anthropic) o LLaMA (Meta) han impuesto estándares globales en el uso de la IA generativa. Sin embargo, la mayoría de estos modelos han sido entrenados en su mayoría con datos en inglés y bajo contextos culturales anglosajones, lo que limita su capacidad de adaptación a otras regiones del mundo.
De acuerdo con un informe de Stanford HAI 2024 (AI Index), más del 70% de los conjuntos de datos usados para entrenar modelos de lenguaje de gran escala provienen del entorno digital angloparlante. Esto genera sesgos culturales, lingüísticos y geográficos, lo que se traduce en errores, omisiones o “alucinaciones” al responder preguntas específicas sobre regiones como América Latina, África o el sudeste asiático.
En paralelo, la Unesco ha advertido sobre la necesidad de fomentar una inteligencia artificial inclusiva y culturalmente diversa, que responda a las necesidades de los países en desarrollo y respete las distintas lenguas y cosmovisiones. En su Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial(2021), subraya que “los países deben participar activamente en la creación de sus propios modelos, infraestructuras y capacidades tecnológicas”.
Esto ha dado lugar a una nueva corriente que busca impulsar modelos de IA locales o regionales, entrenados con bases de datos en múltiples idiomas y con representación cultural más precisa.
En este panorama, América Latina comienza a reconocer la importancia de generar infraestructura de datos propia, soberanía tecnológica y colaboración regionalpara no depender exclusivamente de tecnologías desarrolladas en otros contextos. Esto no solo permitiría una IA más justa y representativa, sino también una herramienta para fortalecer industrias locales, preservar lenguas originarias y generar soluciones más pertinentes a los desafíos sociales, económicos y medioambientales de la región.
Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), menos del 10% de los países de América Latina y el Caribe cuentan con estrategias nacionales de inteligencia artificial, y la inversión en investigación y desarrollo tecnológico sigue siendo baja comparada con los países de la OCDE. Sin embargo, el interés crece: iniciativas públicas y privadas han comenzado a articular esfuerzos para acelerar el desarrollo de tecnologías éticas, abiertas y culturalmente relevantes.
