En el décimo aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, EFE visitó la escuela para conocer la vida de los actuales estudiantes, quienes continúan una lucha que sigue vigente. Esta comunidad educativa en Guerrero conmemora durante septiembre a sus compañeros desaparecidos en 2014, en un caso que ha impactado a México y aún no tiene resolución.
Los estudiantes, al igual que Federico Vázquez, un primer año, expresan su nerviosismo ante la posibilidad de que un incidente similar pueda ocurrir de nuevo, aunque también sienten un gran orgullo por formar parte de esta institución. Como parte de una tradición, todos los nuevos estudiantes llegan con la cabeza rapada, simbolizando igualdad y el crecimiento que experimentarán, al igual que el caparazón de una tortuga, emblema de Ayotzinapa.
La disciplina es estricta y se implementan medidas de seguridad rigurosas. Desde el inicio, los estudiantes son educados en ideales socialistas y en la lucha contra un Estado que consideran responsable de la desaparición de sus compañeros.
La mayoría de los normalistas provienen de familias humildes, y se les enseña a recordar y continuar la lucha por la justicia. Fernando García, quien tenía solo 8 años cuando ocurrieron los hechos, afirma que «a los padres de familia nunca se les va a dejar solos», resaltando el sentido de comunidad y solidaridad en la escuela.
El recinto está adornado con murales que celebran la lucha de los más desfavorecidos y homenajes a figuras revolucionarias como Lucio Cabañas. Fabián González, líder del movimiento estudiantil, critica abiertamente a los gobiernos actuales, señalando que no están al servicio del pueblo y que las investigaciones sobre la participación militar en la desaparición de los 43 han sido bloqueadas.
La desconfianza hacia las autoridades persiste, y los estudiantes continúan luchando por verdad y justicia, reafirmando su compromiso con la memoria de sus compañeros desaparecidos.
