Consolidación culinaria
Transcurriendo 1836, Tampico vivió años de bonanza económica cimentada en su concurrido tráfico portuario. Representamos los intereses de comerciantes de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango, San Luis Potosí, Zacatecas, Guanajuato y parte de Jalisco bajo un contexto histórico en el que entre 1838 y 1843 transcurría un bloqueo por la escuadra francesa en las costas veracruzanas. Fue durante este periodo cuando en nuestras tierras se constituyó el enlace comercial con Europa y el norte del continente americano.
Hacia 1845, una extensa variedad de mercerías, licorerías, panaderías, ultramarinos y hasta las más sofisticadas herramientas y avanzadas medicinas emigran a México a través de Tampico, incluidas algunas especias indispensables para la concepción de la gastronomía oriental.

El clavo indonesio, la soya indochina y el indio cardamomo, componentes de los aderezos y de las salsas orientales que hoy, en las atinadamente ubicadas sucursales del Kurai y del Tera acompañamos de rodajas del chile mexicano delgadamente cortadas y posiblemente incorporando limón u otro misterioso cítrico sin olvidar el recóndito ajonjolí, oriundo del Oriente Medio pero traído a México por inmigrantes africanos. Una cocina fusión.
En 2004, en Morones Prieto comienza este concepto cantonés japonés que definió el hábito de los tampiqueños para alimentarnos de este estilo de exquisitez que magistralmente amalgamó al marisco con el arroz, su infaltable salsa de anguila y trajo a Tamaulipas el sushi, un tesoro indescubierto.
Aunado a esta táctica empresarial, la próxima apertura de otra unidad de este exitoso modelo en la Plaza de Armas, frente al kiosco que asemeja un molusco rosado edificado en la primera mitad de los cuarentas durante la administración de Don Juan Gómez Sariol, y a unas cuadras de donde a través de nuestra aduana

marítima entraron a México elementos como el apio y el clavo; el jengibre, el chop suey y la amarguísima flor de la guadalupe nos rememora antecedentes culinarios de suma importancia nacional que complementaron ingredientes como el ajo y el azafrán, mismos que nos invadieron por medio de Veracruz y Acapulco: El Cantón, de 1911, antecesor de otros icónicos establecimientos de este tinte gastronómico que se adaptaron al paladar regional, fue el primer lugar donde se concibió esta amalgama, ahí se servía por vez primera la res en salsa de ostión y el lomo de cerdo marinado con salsas dulces. Y modernamente, la desaparecida Gran Muralla cubría con sobrada credibilidad el menester de un manjar chino. Aún hacen falta su jugoso pollo empapelado, la solicitada sopa de aleta de tiburón y su aromático pero equilibrado arroz mixto. Hacía falta en el Centro Histórico, ese gesto de consolidación de un grupo gastronómico como éste.
La propuesta de recomendación personal que he encontrado en Plaza Herradura además del acompañamiento de sus personas predilectas, es el Yakimeshi Teriyaki y Las Vegas Roll, humeantes y listos para que les respiremos ese aroma de los componentes antes mencionados bajo su mozarella derretida con verduras. Finalmente, deliberemos en la sobremesa si también es tampiqueño otro platillo: el singular arroz tailandés, del cual escribiré en otra ocasión. Con menos hambre.
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